Paradigmas y desafíos en educación en modalidad virtual
Es importante tener en cuenta un
factor previo a la pandemia del 2020: la tendencia hacia el uso de tecnologías
en las áreas de pedagogía, siendo que en ciertas áreas sería imprescindible
contar con tales herramientas. Sin embargo, sea la disciplina o el nivel
académico de esta, la tecnología como el Internet, las aulas virtuales, la gran
cantidad de contenido multimedia que puede estar relacionado o no a una
institución académica, entre otras técnicas existentes, han envuelto a la
educación en una nueva etapa, una etapa que se caracteriza por la rapidez en el
proceso de comunicación y aprendizaje, contando con el acceso a la información
en tan solo unos segundos.
Pero ocurrió lo que ocurrió en el
año pasado. Ante este contexto de avance tecnológico en el área de la
educación, ahora esta tendencia en el pasado es prácticamente la norma, siendo
el único medio por más de un año en la gran mayoría de los países del mundo. La
nueva normalidad ofrece grandes ventajas, tales cómo una conexión inmediata, un
acceso a la información de gran magnitud, una capacidad de aprendizaje que se
actualice con los requerimientos necesarios para el nuevo sistema del siglo
XXI, entre otras funciones que como humanidad debemos de agradecer y
aprovechar.
Lastimosamente, el panorama es
más complejo, pues dicha normalidad trae consigo unos problemas difíciles de
enfrentar, llenos de debate, donde nadie tiene la razón absoluta. La pandemia
ha dejado ver las grandes problemáticas de la desigualdad social existente
entre las naciones y en estas mismas, tomando en cuenta datos como los que
brindan la ONU: la deserción escolar en el 2020 fue considerablemente menor que
en años pasados, afectando principalmente a los niños pequeños. Esta realidad
se hace tangible cuando charlamos con los padres de familia de niños que
asisten a preescolar, donde un tema recurrente es el debate si dejar ir al niño
a la escuela en un entorno virtual o semipresencial, pues la falta de las
habilidades primordiales como las sociales, físicas, emocionales,
psicomotrices, entre otras, generan un vacío educativo no visto hace décadas.
Aunque la educación preescolar y primaria es el área más afectada, la educación superior también se ha visto sufrida. ¿Cómo podemos garantizar que los conocimientos técnicos han sido los correctos, la metodología ha sido la adecuada, los temas han sido bien tratados, entre otros elementos, si no tenemos puntos de comparación anteriores? ¿Acaso el estrés, la tención, la soledad, no han afectado a los alumnos de una manera nunca antes vista en el confinamiento? De esta manera, tenemos un sistema que apenas sabe que hacer, con políticas ridículamente cambiantes, con alumnos agotados en sus casas, profesores que con todo su esfuerzo aprenden a idear una clase virtual y padres de familia que desean aceptar la realidad de sus hijos.
Reitero, en este delicado tema no podemos obtener una verdad absoluta. Muchos proponen soluciones, algunas extremas justificando lo extremo del fenómeno actual, como la repetición de temáticas, nuevas dinámicas y formas de evaluación, hasta reponer un año entero. Lo cierto es que no sabemos cómo se comportarán los estudiantes actuales que en el futuro pasarán a un grado académico mayor o ya sean parte de la fuerza laboral económica del país. Más allá de todas estas dificultades y posibles soluciones, necesitamos dos cosas como humanidad en estos momentos: empatía, para comprender que no todos tenemos las mismas oportunidades y que no es culpa de nadie; y prudencia, para actuar de la manera más adecuada y razonable en esta situación, conociendo que la incertidumbre de la realidad nos ha hecho ver los pequeños que somos ante ella.
Me parece bien el trabajo que están asiendo
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